Psicoterapia y medicación
Psicoterapia y medicación

Psicoterapia y medicación

Por Hendrik Wellen


En 1999, Lou Marinoff abordó un tema humano recurrente, la dicotomía de lo físico frente a lo espiritual, lo material frente a lo etéreo, la acción frente al pensamiento, con su título “Platón, no Prozac”. Pide que nuestra vida cotidiana se llene más de filosofía en lugar de más y más antidepresivos y plantea la cuestión de si el mundo iría mejor si volviéramos a tomarnos el tiempo de analizar nuestros problemas tan reflexivamente como en tiempos pasados.

Con esta perspectiva algo más humana de la vida, Marinoff desafiaba la idea generalizada de que nuestro pensamiento místico o mágico ha sucumbido por fin a la ciencia y todos nuestros problemas pueden resolverse con la píldora adecuada. En lugar de ello, pretendía ofrecer una alternativa a la terapia tradicional, explicando cómo las teorías de los filósofos más destacados de la historia pueden aplicarse para manejar las relaciones, vivir éticamente, gestionar una carrera profesional y encontrar sentido a la vida.

El planteamiento de Marinoff tiene ciertamente mérito. En un mundo que parece volverse cada día más complejo y en el que tenemos la sensación de que nuestras dificultades nos superan, pero seguimos sin querer renunciar a nuestra autoimagen de individuo siempre funcional y productivo, las ayudas externas resultan cada vez más atractivas. La sensación de creciente impotencia puede haber conducido en los últimos años a un uso exagerado de la medicación, sobre todo en el ámbito de los antidepresivos. Un retorno a las viejas virtudes parece lógico. Sin embargo, el planteamiento de Marinoff, aunque merece la pena esforzarse, parece en general demasiado corto de miras.

Es posible que hayamos creado un mundo que ya no podemos controlar en nuestro actual nivel de desarrollo. Una simple contrapropuesta en forma de contemplación tranquila, como en la época de los grandes pensadores filosóficos, parece errar el tiro. En mi opinión, se trata más bien de una utilización meditada y mesurada de nuestros recursos. Me gustaría explicarlo con el ejemplo del uso de antidepresivos.

En mi práctica como psicólogo, veo a muchos pacientes con trastornos depresivos y otros trastornos mentales. A menudo me remiten pacientes que ya han sido tratados con antidepresivos por sus médicos de cabecera. Tampoco es infrecuente que tenga la impresión de que a algunos pacientes se les administra la medicación demasiado pronto o no se mide correctamente. En general, hay algunas consideraciones a tener en cuenta cuando se trata con antidepresivos.

El efecto de los antidepresivos se ha demostrado para la depresión moderada a grave o crónica. En el caso de la depresión leve, la situación del estudio no es convincente, por lo que en estos casos debe evitarse el tratamiento farmacológico prematuro. En los casos más graves, el tratamiento muestra una mejoría más rápida en algunas personas que la psicoterapia sola. A menudo, los antidepresivos permiten tratar a los pacientes de forma ambulatoria, lo que facilita una rápida reinserción laboral y social. Además, a menudo la situación psicológica puede estabilizarse hasta tal punto que otras opciones terapéuticas resultan posibles en primer lugar.

En este sentido, entiendo la medicación como una especie de puente, que se supone que construye un camino para que los pacientes lleguen al banco que tienen que alcanzar para su recuperación. Por eso sigo un camino bien pensado con mis pacientes en la consulta. Si todavía tienen suficiente convicción interior y fuerza para elaborar y aplicar los cambios necesarios por sí mismos, se debe evitar el tratamiento farmacológico.

Por otro lado, si saben lo que tienen que hacer, pero no pueden reunir la energía suficiente para ello, la medicación de una potencia adecuada está indicada durante un periodo de tiempo limitado. Por supuesto, hay que explicarles que la toma de antidepresivos no cambia el estrés como tal, que los fármacos no tienen un efecto antidepresivo en todas las personas, y que es indispensable una psicoterapia de acompañamiento con el objetivo de trabajar activamente sobre las dificultades existentes, ya que las recaídas se producen con menos frecuencia después de un tratamiento psicoterapéutico que después de un tratamiento farmacológico.

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