Por Paul Carlo Parreño Araneta
La estimulación cerebral profunda (ECP) es un tratamiento médico que utiliza electrodos para estimular zonas específicas del cerebro. Se utiliza para tratar diversas afecciones, como la depresión, la enfermedad de Parkinson y la distonía. Los investigadores están aprendiendo más sobre cómo funciona la ECP y cómo puede utilizarse para desarrollar nuevos tratamientos para otras afecciones. La ECP no requiere cirugía, sino que los médicos implantan electrodos en el cerebro a través de un pequeño orificio en el cráneo.
Los electrodos se conectan a un generador que se implanta bajo la piel del pecho o el abdomen. A continuación, se conecta una guía de electrodos al generador y se coloca en el cerebro. Una vez colocados, los electrodos envían impulsos eléctricos a determinadas zonas del cerebro. La ECP ofrece una serie de ventajas sobre los tratamientos convencionales. En muchos casos, es más eficaz para aliviar los síntomas que los medicamentos convencionales y otros tratamientos. Además, requiere menos visitas al médico que las terapias habituales.
Como la mayoría de los tipos de cirugía, la ECP tiene algunos riesgos y efectos secundarios. Pero para muchas personas, los beneficios del tratamiento superan a los riesgos. La ECP es en cierto modo similar a un marcapasos colocado en el corazón. Al igual que el marcapasos, que controla los latidos del corazón de una persona, la ECP es un procedimiento que utiliza corrientes eléctricas para ayudar a controlar la actividad anormal del cerebro.
La ECP se utilizó por primera vez para tratar la enfermedad de Parkinson hace unos 30 años, y se ha demostrado que también ayuda con otros trastornos del movimiento. Los médicos también utilizan este procedimiento para tratar la epilepsia y la depresión. Hay una serie de cuestiones éticas que deben tenerse en cuenta al considerar la estimulación cerebral profunda (ECP) como una opción de tratamiento para una serie de trastornos neurológicos, como la enfermedad de Parkinson y la distonía.
Aunque la ECP se utiliza desde hace años para tratar diversas afecciones neurológicas, se trata de una tecnología relativamente nueva que aún está en fase experimental. Como tal, hay una serie de riesgos que deben tenerse en cuenta antes de que un paciente se someta a este procedimiento. La primera consideración es el riesgo de acontecimientos adversos asociados al procedimiento en sí. Todos los procedimientos conllevan cierto grado de riesgo; sin embargo, en el caso de la ECP este riesgo es aún mayor debido a la naturaleza invasiva del procedimiento y a la zona relativamente extensa que se trata.
Si el dispositivo funciona mal o no se coloca correctamente, pueden producirse complicaciones graves, como daños en el tejido circundante y pérdida permanente de la función motora. Para reducir el riesgo de que se produzcan estos efectos adversos, debe participar un equipo médico experimentado en la realización del procedimiento y en el seguimiento cuidadoso del paciente tras la intervención. Además, los estudios han demostrado que los pacientes tienen más probabilidades de sufrir un acontecimiento adverso si tienen un cráneo congénitamente estrecho, que es una de las razones por las que la ECP suele realizarse sólo en niños en este momento.
Otra cuestión que debe tenerse en cuenta es el efecto que la intervención puede tener en la calidad de vida de los pacientes. Antes de la intervención quirúrgica, todos los pacientes se someten a pruebas exhaustivas para evaluar su estado funcional basal y poder predecir la mejoría que pueden esperar tras el tratamiento. Aunque esta evaluación no tiene en cuenta el hecho de que estos pacientes tendrán un implante permanente en la cabeza, sí les proporciona una imagen más precisa de cómo se espera que evolucionen con el tiempo tras la intervención.
Una vez realizada la intervención, los médicos realizan citas periódicas de seguimiento para controlar el estado del paciente y proporcionarle tratamiento continuado cuando sea necesario. Con el tiempo, se espera que estos dispositivos sean más eficaces y menos propensos a funcionar mal, pero en este momento la ECP sigue siendo una tecnología relativamente nueva y debe tratarse con precaución para garantizar que los pacientes reciban la mejor atención posible.